11.2.10

El gato vs grillos y mi rol de espectadota inútil


E
scucho Yo la tengo.
Los grillos, quién sabe desde qué lugar remoto, acompañan con un solo de sus cuerpitos musicales. "Cri... cri...", repiten, y el sonido me llega desde un patio delantero, interno, cerrado, en el que no hay plantas pero quizás sí rincones que yo no reconozco como los espectaculares hogares para grillos que son.

Atrás hay otro patio donde sí hay plantas. Tampoco muchas, apenas un cantero con una enredadera y un par más que desconozco. Sinceramente, si me dedico a cuidar una es la planta bonsai que una marca de autos japonesa me envió de regalo el último día del periodista. Van ocho meses que el arbolito lleva vivo en mi casa y me siento orgullosa de eso, lo considero un logro. Así y todo, no sé de jardinería, ni de botánica ni de nada que se le parezca, y a veces me siento culpable por no saber cómo proceder con el bonsai. Lejos de parecerme un arte el modo de podarlo, veo un poco anti-natural el hecho de mantenerlo a la fuerza como un árbol enano. Pero ya sabemos cuán trillado es el debate que lleva a discutir qué es arte y qué no. También pesa el hecho de que, por tratarse de una técnica oriental, le tengo respeto y confío en que debe tener un poco en cuenta el equilibrio y el cuidado de la naturaleza. Como sea, me gustaría saber si el bonsai sufre o se siente feliz cuando lo riego y le corto un poquito las ramitas. Me gustaría saber si sus raíces quieren crecer y se autoreprimen o están bien así.

Volviendo a que me enorgullece llevar ya ocho meses cuidando del bonsai con éxito, me enorgullece también llevar dos años de convivencia con el Señor Nakata. A veces me rasguña muy feo, como la semana pasada, que me dejó dos líneas tan irregulares como rojas furiosas en la rodilla izquierda, y a veces es tan dulce que me dan ganas de apretujarlo todo. Cuando me voy a duchar, por ejemplo, y salgo y lo veo esperándome en la puerta. O cuando abro la canilla para lavar los platos y se sube corriendo a la mesada porque le gusta tomar agua directamente del grifo.

Me parece que el milagro respecto al gato es que en estos dos años de convivencia haya sobrevivido yo. Él no hace nada en todo el día más que seguirme donde voy, tomar sol, dormir y seguir adelante con su campaña en contra de la lectura, acostandose sobre cualquier revista, diario o libro donde uno pretenda posar los ojos. Yo, en cambio, llego cansada del trabajo y tengo que cumplir con mis obligaciones de ser ama y señora: acariciarlo un rato en el lomo y debajo del hocico, primero y principal, apenas entro; darle de comer y de beber, barrer sus pelos, cepillar toda mi ropa, esconder ciertas cosas por las que sus dientecitos afilados y sus garras tienen debilidad.

Hace un rato lo vi entrar corriendo e ir directo en dirección a mí. No por mí, sino porque debajo mío están mis zapatos apoyados en el suelo. Vi que golpeaba dentro de la sandalia, desesperado. Había atrapado un grillo y siempre hace lo mismo: los entra a la casa y juega con ellos. Con esto no quiero decir que jueguen juntos como se juega a la ronda o ese tipo de construcciones colectivas, me refiero a que el grillo se vuelve su juguete de turno. Entonces lo agarra al grillo, lo tira al aire, lo va a buscar y repite la operación al tiempo que yo lo descubro y empiezo a desesperarme. El otro día terminé pisando a un grillo porque no soporté la manera en que, suponía yo, estaba sufriendo. Ya estaba medio moribundo, al parecer no podía saltar, y el gato seguía ahí frente a él, amenazante, como sembrandole pánico, y al rato lo revoleaba de nuevo y el grillo caía al piso y se arrastraba. Me partió el corazón, o al menos la parte de corazón de grillo que se ve que tengo y se sensibiliza ante esas situaciones.

Al grillo de recién quise salvarle la vida. Para ello levanté el zapato y lo llevé hasta el patio, donde arrojé al amigo, que pendía de un borde del calzado. Pero el Señor Nakata salió corriendo en su búsqueda de nuevo y yo no pude hacer más. En la oscuridad el gato ve muy bien y yo no sé encontrar grillos.
Ahora dejaron de cantar los del patio de adelante, aunque Yo la tengo sigue. Parece que va a llover pronto. Dónde van a irse los grillos cuando se largue, no lo sé. Quizás gusten de mojarse. Quizás debería agarrar a los grillos que mata mi gato y enterrarlos a los pies del bonsai. Un pequeño cementerio de grillos. Un santuario que me recuerde la música de sus cuerpitos antes de ser mutilados por el gato enemigo.

2 comentarios:

Ariel dijo...

Ceci, corazón de grillo: no "parece"...ya está lloviendo (a hard rain) desde hace bastante. Cuídese. Lindo relato.
Ariel

Amanda dijo...

para el cumpleaños del señor nakata podes regalarle una botella de grillos. Yo compraba para una rana que tenía.

mira lo que encontré:

Los insectos no sienten dolor y, por lo tanto, no sufren. Esto debido a que poseen un sistema nervioso muy simple (sin corteza cerebral) que les permite vivir sin sufrimiento a pesar de sufrir pérdidas de patas o de partes de su cuerpo. Un eventual dolor sólo será focalizado en el área afectada y se prolongará, únicamente, mientras dure el evento traumático.