24.2.10

Una canción para Julia

Julia Pastrana (1834- 1860) es uno de los casos más tristes y con final más lamentable de entre los fenómenos de circo denominados “mujer barbuda”, “mujer- oso” o “mujer- simio”. Esta india mexicana nació con la enfermedad denominada síndrome de hirsutismo con fibromatosis gingival (aunque algunas fuentes de las que me fío menos -léase wikipedia- indican que era hipertricosis universal congénita o Síndrome de Ambras). De resultas de esto medía apenas 137 centímetros de altura, todo su cuerpo estaba cubierto de abundante pelo negro, su mandíbula era inusualmente prominente (prognatismo facial), sus encías presentaban una hipertrofia que las llenaba de bultos y sus enormes e irregulares dientes se apilaban y retorcían en dos hileras.
Trabajó como empleada del hogar para una autoridad mexicana hasta que un hombre sin escrúpulos la descubrió cuando contaba con 20 años. Él era Theodore Lent, un empresario artístico que la hizo entrar en el mundo del entretenimiento, eufemismo para decir que la convirtió en un gran fenómeno de circo, y la exhibió por toda la región y por Estados Unidos como “El Híbrido Maravilloso”, “La mujer más fea del mundo” o “La mujer oso”. El médico neoyorquino Alexander B. Mott llegó a opinar: “Es uno de los más extraordinarios seres de los tiempos recientes, un híbrido entre humano y orangután”. Está claro que la ignorancia es increíblemente osada.

En 1854 Lent se casó con ella y así, además de en funciones masivas, pudo hacer pases privados para mostrar a su esposa a cambio de entrada en el propio salón de casa. Quienes la trataron afirman que era una mujer dulce, educada y extremadamente inteligente que amaba la lectura y que hablaba y escribía tres lenguas. Quizá aceptó ser un fenómeno circense como precio por abandonar la extrema pobreza de sus orígenes y por ver mundo. Quizá sabía que por su naturaleza era la única opción.

Lent la dejó embarazada y vendió entradas para el parto que se produjo en marzo de 1860, estando de gira en Moscú. Dio a luz a un niño que heredó sus características físicas pero que, debido a dificultades en el parto, apenas sobrevivió tres días. Ella murió tras dos días más de agonía, que su marido también amortizó económicamente.

Pero Lent no dio por acabado el tour: contactó con el profesor Sokoloff, y mandó momificar el cuerpo de Julia y del bebé recién nacido (aunque fue más bien un trabajo de taxidermia). Luego vistió a su difunta esposa como a una danzarina rusa y la colocó junto a su hijo muerto en una vitrina que siguió mostrando por todo el mundo a todo el que estuviera dispuesto a pagar.

Lent encontró al poco tiempo a otra mujer barbuda y se casó con ella, continuando con su negocio. Los días del empresario acabaron en una institución mental después de que en 1880 perdiera el juicio.

Las momias de Julia y su hijo siguieron su triste perregrinar, cambiando varias veces de manos. Fueron mostradas en Oslo por otro empresario noruego hasta que el gobierno de ese país prohibió su exhibición pública. Las momias fueron robadas en dos ocasiones y cuando fueron recuperadas en 1979 a ella le faltaba un brazo y ambos cuerpos habían sido parcialmente comidos por las ratas. Lo último que se sabe es que en 1990 estaban almacenadas en el sótano del Instituto Forense de Oslo.

Fuente: labuhardilla.wordpress.com

Una canción para Julia: acá.

1 comentario:

sonia b. dijo...

pobrecita!!!!!
me enternecí un montón