Ovacionada por el público, la dama que marcó el lanzamiento de su carrera discográfica allá por 1981 con el destacado O Superman regresó al país después de algunos años y protagonizó una velada que se caracterizó por la crítica política, siempre manifestada con una poesía conmovedora.
El escenario iluminado con velas y algunas lamparitas que pendían de extensos cables fue toda la escenografía que precisó la vocalista para dar inicio a su espectáculo con el tema The Lark, al que siguió Bad, ya dando rienda suelta a las bases electrónicas.
Transitory Life, Only an Expert y Mambo and Bling fueron otras de las piezas que se sucedieron con el correr de la noche, y a través de esas canciones y monólogos Anderson criticó duramente a los Estados Unidos, haciendo hincapié en la temática de la guerra, la libertad (o la falta de), los miedos y la necesidad de crear problemas en donde no los hay, entre otros ítems.
Sobriamente vestida de negro y con su característico violín y su voz a cuestas (a veces distorsionada mediante efectos), esta emblemática mujer que ya alcanzó los 61 años mostró que para ella el paso del tiempo no es un conflicto, y volvió a valerse de la tecnología para combinar música electrónica con una especie de poesía épica, todo subtitulado para que nadie perdiera el mensaje.
La compañía se la brindó un trío de músicos de primera línea que se limitó a interpretar sus partes para secundar a la modesta reina. El compositor Eyvind Kang estuvo a cargo de la viola (colaborador, entre otros, de músicos como Mike Patton); Peter Scherer (multifacético compositor y arreglador que realizó música para películas de Wim Wenders y produjo a Caetano Veloso) se lució en los teclados, y el islandés Skuli Sverrisson (quien graba con Ryuichi Salamoto) hizo lo suyo en el bajo.
Nombrada en 2002 primera artista en residencia de la N.A.S.A. (lo que culminó en el excelente disco The End of the Moon), Anderson no precisó en su paso por Buenos Aires desplegar recursos extraordinarios. Aquí se valió particularmente de la palabra y los sonidos, creando diferentes climas, siempre movilizadores.
El punto más alto de la noche llegó cuando, después de temas como Callin Em Up, Perfect (Strange Perfumes) y Pictures and Things, Anderson llamó a su invitado (no anunciado formalmente pero esperado por todos) y, caminando a paso lento, ingresó Lou Reed en el escenario.
El legendario músico tomó asiento al costado de Anderson (su esposa) guitarra en mano, y juntos interpretaron la conmovedora The Lost Art of Conversation, que despertó aplausos de pie para quien fuera líder de los míticos The Velvet Underground.
Tras ese momento insuperable, el espectáculo Homeland (que se realizó en el marco de la gira mundial Pomegranate Arts) cerró con tres canciones más: Bodies in Motion, Sky Flying Birds y No Man’s Land (también con la participación de Lou Reed), y entonces llegó la despedida, con la cantante y compañía saludando al borde del escenario.
Los eternos aplausos dieron pie a un bis y allí terminó de lucirse Anderson, maravillando al público sola con su violín con una pieza que se convirtió en el broche de energía artística de la noche. En este caso, en el que las sensaciones estuvieron en movimiento y trascendieron las formas de la materia, sería una falta de respeto hablar de oro.
El escenario iluminado con velas y algunas lamparitas que pendían de extensos cables fue toda la escenografía que precisó la vocalista para dar inicio a su espectáculo con el tema The Lark, al que siguió Bad, ya dando rienda suelta a las bases electrónicas.
Transitory Life, Only an Expert y Mambo and Bling fueron otras de las piezas que se sucedieron con el correr de la noche, y a través de esas canciones y monólogos Anderson criticó duramente a los Estados Unidos, haciendo hincapié en la temática de la guerra, la libertad (o la falta de), los miedos y la necesidad de crear problemas en donde no los hay, entre otros ítems.
Sobriamente vestida de negro y con su característico violín y su voz a cuestas (a veces distorsionada mediante efectos), esta emblemática mujer que ya alcanzó los 61 años mostró que para ella el paso del tiempo no es un conflicto, y volvió a valerse de la tecnología para combinar música electrónica con una especie de poesía épica, todo subtitulado para que nadie perdiera el mensaje.
La compañía se la brindó un trío de músicos de primera línea que se limitó a interpretar sus partes para secundar a la modesta reina. El compositor Eyvind Kang estuvo a cargo de la viola (colaborador, entre otros, de músicos como Mike Patton); Peter Scherer (multifacético compositor y arreglador que realizó música para películas de Wim Wenders y produjo a Caetano Veloso) se lució en los teclados, y el islandés Skuli Sverrisson (quien graba con Ryuichi Salamoto) hizo lo suyo en el bajo.
Nombrada en 2002 primera artista en residencia de la N.A.S.A. (lo que culminó en el excelente disco The End of the Moon), Anderson no precisó en su paso por Buenos Aires desplegar recursos extraordinarios. Aquí se valió particularmente de la palabra y los sonidos, creando diferentes climas, siempre movilizadores.
El punto más alto de la noche llegó cuando, después de temas como Callin Em Up, Perfect (Strange Perfumes) y Pictures and Things, Anderson llamó a su invitado (no anunciado formalmente pero esperado por todos) y, caminando a paso lento, ingresó Lou Reed en el escenario.
El legendario músico tomó asiento al costado de Anderson (su esposa) guitarra en mano, y juntos interpretaron la conmovedora The Lost Art of Conversation, que despertó aplausos de pie para quien fuera líder de los míticos The Velvet Underground.
Tras ese momento insuperable, el espectáculo Homeland (que se realizó en el marco de la gira mundial Pomegranate Arts) cerró con tres canciones más: Bodies in Motion, Sky Flying Birds y No Man’s Land (también con la participación de Lou Reed), y entonces llegó la despedida, con la cantante y compañía saludando al borde del escenario.
Los eternos aplausos dieron pie a un bis y allí terminó de lucirse Anderson, maravillando al público sola con su violín con una pieza que se convirtió en el broche de energía artística de la noche. En este caso, en el que las sensaciones estuvieron en movimiento y trascendieron las formas de la materia, sería una falta de respeto hablar de oro.
2 comentarios:
Tremendo show. Terminé hipnotizado por su voz. La presencia de Lou Reed fué más de lo que esperaba para una sola noche.
Qué grande laurie. Ese mambo and bling fue lo más. Todo mágico.
abrazo
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