Fiesta en lo de Nico. Yo, pacífica y tímida como es usual, bailo en la oscuridad de la pista junto a mis amigas, sin prestar demasiada atención al contexto. O al menos a una parte; más precisamente, a la parte que estaba a mi derecha: dos muchachos que danzaban alegremente al ritmo de la cumbia peruana.
Una de mis amigas, F., cuchichea algo con la otra y luego me pasan la voz. Era un comentario sobre un chico de mediana estatura que danzaba bien próximo a mi persona: ¡Che, dice G. que cuidado con ese, que lo conoce de la facultad y es un enano ladino!
¡Terrible! Quienes conocen a F., saben que es de lo más extrovertida para realizar ese tipo de comentarios, y más cuando tiene unas copas encima. Cuestión que los tipos escucharon y, no sólo eso, sino que creyeron que la que había hablado era yo. Así nomás me encararon:
-¡¿Qué dijiste?! ¿Que era un enano ladino?
Yo ahí me partí en tres: digamos que 30 por ciento sorpresa, 30 por ciento gracia y 40 por ciento vergüenza. No quería buchonear a F., pero tampoco quería hacerme cargo del dicho, porque no me gusta ofender así a la gente y, además, ni conocía yo al tipo. Para mal F., sin dudar, saltó a socorrerme, incitada por el alcohol y sin dejar de bailar siquiera:
-¡No, querido! ¡No entendiste nada, Aladino te dijo, A-la-di-no! -tiró, y lo tiró re contenta, como si fuera un elogio.
-Ah... -me dice el flaco-: vos sos una a-conchuda.
Una de mis amigas, F., cuchichea algo con la otra y luego me pasan la voz. Era un comentario sobre un chico de mediana estatura que danzaba bien próximo a mi persona: ¡Che, dice G. que cuidado con ese, que lo conoce de la facultad y es un enano ladino!
¡Terrible! Quienes conocen a F., saben que es de lo más extrovertida para realizar ese tipo de comentarios, y más cuando tiene unas copas encima. Cuestión que los tipos escucharon y, no sólo eso, sino que creyeron que la que había hablado era yo. Así nomás me encararon:
-¡¿Qué dijiste?! ¿Que era un enano ladino?
Yo ahí me partí en tres: digamos que 30 por ciento sorpresa, 30 por ciento gracia y 40 por ciento vergüenza. No quería buchonear a F., pero tampoco quería hacerme cargo del dicho, porque no me gusta ofender así a la gente y, además, ni conocía yo al tipo. Para mal F., sin dudar, saltó a socorrerme, incitada por el alcohol y sin dejar de bailar siquiera:
-¡No, querido! ¡No entendiste nada, Aladino te dijo, A-la-di-no! -tiró, y lo tiró re contenta, como si fuera un elogio.
-Ah... -me dice el flaco-: vos sos una a-conchuda.
5 comentarios:
Me acabo de imaginar a F, moviendo sus curvas de gatúbela a la vez q embarraba la situacion.
Al final tenía razón, era un jodido enano ladino.
JA! Me hiceron reir, el enano y vos.
medio pavo el flaco, no?
ju: tal cual lo debés imaginar, como si nada.
padre: jajajaja, sí! y la ligué yo.
franky: es para llorar (?)
sp: sí, no quiero agredir, pero...
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