20.15

Parada en la esquina de Santa Fe y Juan B Justo: espero a alguien.
No estoy sola, están mis botitas y mis calzas, está mi cartera, está mi libro de poesía, y hay más de una banda tocando para mí directamente desde el bolsillo de mi campera. En la esquina hay un cantautor también, cuyo trabajo me gusta, con su guitarra al hombro, y parece que espera a alguien al igual que yo. Pienso que quizás es incómodo para él, aunque él no lo sepa. Está esperando ahí y yo sé quién es, qué canta, en qué país vivió, qué título le puso a uno de sus libros... Yo, en cambio, paso desapercibida y, así y todo, en realidad ninguno sabe nada del otro, y quizás de nadie. Me resulta curioso que la noche anterior había estado escuchando su MySpace.
Intento leer, no me concentro. Infinidad de bocinas y sirenas discuten sobre el tránsito sin llegar a un acuerdo. El cantautor se abraza con alguien y se va. Intento enfrentar poesía vs bocinas y pierde poesía.
Saco mi libretita roja y escribo ahí parada bajo la luz de la pinturería, hago malabares con cartera-libro-celular-auriculares. Miro al otro lado de la avenida, sin los anteojos. El astigmatismo, lo único que me permite ver es un ejército de fantasmas. Caras borrosas que, apenas cambia el color del semáforo, comienzan a acercarse de manera automática, como fichas de tetris. Me pregunto en dónde irá a encajar cada una. Me suena el teléfono y una voz conocida me dice que mejor cruce la calle. Le hago caso, voy contra la corriente del tetris y pienso que eso es desencajar, y que muchas veces me gusta.