a veces, uno termina creyéndose historias que puede modificar levemente en la comodidad de la distancia, sumada a la impunidad de estar contando algo que el otro no presenció.
en rigor, está mintiendo y mintiéndose. pero éso también lo sabe sólo uno, hasta que por repetición ya no sabe qué parte del relato de veras ocurrió y qué parte estaba modificada.
se podría afirmar entonces que la ficción termina superando a la realidad, justo al revés de lo que pasa en el día a día.
Quizá ese sea el problema de la terapia... por lo menos la psicoanalítica. Somos nuestro propio y arregladito discurso. Hasta que se mete el cuerpo y no da un cachetazo.
4 comentarios:
...o contamos las historias que callamos de nosotros?
de acuerdo con la afirmación.
a veces, uno termina creyéndose historias que puede modificar levemente en la comodidad de la distancia, sumada a la impunidad de estar contando algo que el otro no presenció.
en rigor, está mintiendo y mintiéndose. pero éso también lo sabe sólo uno, hasta que por repetición ya no sabe qué parte del relato de veras ocurrió y qué parte estaba modificada.
se podría afirmar entonces que la ficción termina superando a la realidad, justo al revés de lo que pasa en el día a día.
o quizás nada que ver.
Por supuesto. De otro modo, nos aburrimos soberanamente. Y ni es tanto; solo las contamos un poquito mejoradas.
Quizá ese sea el problema de la terapia... por lo menos la psicoanalítica. Somos nuestro propio y arregladito discurso. Hasta que se mete el cuerpo y no da un cachetazo.
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