15.3.08

Una carta que no fue enviada

Me vendría muy bien que estuvieses conmigo ahora, puesto que vine a comer algo antes del recital y no puedo con todo. Pedí un tostado de queso y tomate y es realmente gigante para mi pequeño estomaguito acostumbrado al mate y los dulces.
El cielo está gris topo como el smog de un colectivo que te cachetea por cruzar apurado y me pregunto por qué la tormenta es tan histérica, siempre haciendo ojitos y uno cargando paraguas sin saber si va a animarse a desembarcar.
Imagino que de todas formas quizás irás a hacer tus cosas excepto que la lluvia haga un escándalo de esos que hacen o hacemos las mujeres, y guarda que es La tormenta y es La lluvia, pura femme.
Me gusta la ciudad, pero el centro a veces me parece deprimente. No entiendo por qué las personas van a los espectáculos de la calle Corrientes y por qué todo se ve tan triste y hermoso. El centro de Buenos Aires es una tormenta gris constante y la gente que camina como si nada como parte de este ecosistema chatarra, todos y cada uno de nosotros, somos gotas insignificantes que le damos ese aspecto desolador al lugar.
Y es que el contexto condiciona siempre. La misma figurita, el mismo muñeco, la misma foto del Che no se ve igual, no luce igual, sobre el paño de un vendedor ambulante de la avenida que en una galería de arte contemporáneo de Palermo Jolibud, ante los ojos de quienes un paneo general les dicta lo que está bien y lo que está mal, lo que está in y lo que está out. Por eso, no es lo mismo un tipo de ojos rasgados atrás de la caja de un supermercado chino contando monedas que uno meditando en el jardín japonés. Somos los campeones cuando de juzgar individualidad metida en una jungla se trata, pero si aprendés a observar, la luz siempre supera la estupidez humana.
La gracia no reside en buscar los objetos iluminados sino en tener una linterna que te haga sobrevivir sin teñir todo de esa oscuridad que siempre te quema las lamparitas del camino a los golpes. Pero ya casi pasó el verano sin demasiados apagones y nos mojamos las patas para refrescarnos en nuestra pileta de coca cola y fernet. Hemos de dar las gracias a las tormentas de febrero y marzo que nos despabilaron en medio de este pseudo-reallity al que alguien juega desde su nube intacta, esa que no llueve jamás.
Terminé de comer y terminé el cortado doble, así que me voy a barrenar la ciudad.

1 comentario:

santiago-j-ferreras dijo...

°

envidio

tu constancia

tus colores

las letras

y el uso de la palabra TEÑIR

seguro que la pronunciás muy bien

mi presencia, culpa de jules..

salutti

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s.