27.6.08

La ciencia del sueño

Me acuesto. No me puedo dormir. Leo. Apago la luz y me mantengo en la cama, boca abajo, tratando de conciliar el sueño. Nada.
Trato de imaginar qué hora es, no quiero mirar el reloj. Al final lo miro y me agoto de ver cuán tarde es, pero no lo suficiente como para dormirme. Entre los huecos de las persiana se ve luz.

A veces me levanto y me baño a eso de las cuatro, pienso que, ya que tengo insomnio, mejor hacer cosas que iba a hacer a la mañana y no voy a poder resolver luego, cuando me quede dormida más de la cuenta.
Ayer dibujé, hice un fanzine de una hoja, para el sábado, que quizás nunca fotocopie. Pensé en mis problemas, pero también pensé en las cosas como me gustaría que fueran. Imaginé situaciones, fui feliz en una realidad paralela.

A veces trato de relajarme. Me acuesto boca arriba y trato de tomar conciencia de mi cuerpo. Pienso: primero los pies, después las piernas... y así, hasta que me quedo dormida, o no.

A las 8 mi hermana se levanta para ir al trabajo. Yo escucho los ruidos que hace, escucho sus tacos, escucho cómo reta al Señor Nakata porque la molesta. A veces, también, escucho al gato jugando, tirando las cuentas que se robó de un collar y yendo a buscarlas, saltando de acá para allá.

En medio de todo eso duermo de forma entrecortada. Yo me acuerdo de los sueños, digamos, unas 4 o 5 veces al año, cuando estoy de vacaciones y duermo muy bien o ante situaciones excepcionales. Sin embargo, toda esta semana tuve pesadillas. En el medio escuchaba al gato o sonaba el despertador y yo miraba la hora y prendía el celular y pensaba "ya me levanto", pero volvía a dormirme. En el medio de las pesadillas, entonces, también sonaba el celular, pero yo volvía a dormir y retomar la pesadilla por donde estaba, o como si fuera un nuevo capítulo de la misma serie.

¡Y las pesadillas me agotan tanto! Porque sufro, tengo que correr y escapar de peligros, lloro cuando me dejan, me lastiman mucho, me dicen cosas horribles, me siento amenazada, y me río y la paso bien en pocas oportunidades. Así que me levanto muy, muy cansada, a la una de la tarde, como si no hubiera dormido nada. Y, en realidad, dudo que haya dormido algo.

El golpe de levantarse, ver la hora y tomar conciencia de lo que uno tenía que hacer y no hizo porque se quedó dormido, también agota considerablemente al cuerpo y a la mente. Así y todo como unas tostadas con queso y tomo un té. Hago todo apurada y me voy corriendo al trabajo. Después ya no tengo ganas de almorzar, no voy a almorzar a las 4 de la tarde. Todo se va volviendo raro.

Realmente estoy agotada, me duele la espalda, me preocupa saber que a la noche no voy a poder dormir, trato de pasar una noche y un día sin dormir pero no hay caso, en un momento me vence, no aguanto, como si tuviera narcolepsia.

Pasan los días y me voy desgastando. A eso se le suma la angustia propia de la realidad, esa que transcurre cuando mantengo los ojos abiertos. Todo va de mal en peor, reflexiono. Apenas me levanto me encuentro con cosas que me desgastan aun más. No sé cómo se soluciona esto, me digo, y me pongo a llorar, aun entredormida, pero antes de maquillarme para no perder más tiempo.

5 comentarios:

natación dijo...

este texto es genial.
legalizen la narcolepsia.

Julia dijo...

en algun momento acaba todo. o lo hacemos acabar o esperamos el fin, congelados en la angustia.

en otro orden de cosas: q tal el hostel?

me despido en la vispera de tu cumpleaños.

Anónimo dijo...

me gusto ese poema que acaba con el "al final solo queda uno, y no por eso gana"... hay mas? donde? como?

Cecilia Martínez Ruppel. dijo...

-legalicenla, oh ohhhhh

-no fui aver el hostel aun =o/

anónimo: gracias! =o)
fanzines por ahí o cosas... mandame un mail si querés!

Pau Candi dijo...

quiero leerte con tiempo, no tengo tiempo, te repaso, te ojeo, como a un diario en el kiosko, no sirve, entonces apelo a que me des un toque y me hagas acordar de venir a leerte con tiempo...