Melvins desde el balcón

Estaba ahí en el medio del pogo el pelo de Monga, el más fácil de reconocer. Estaba Iggi en cueros moviéndose como loco y Demián, que resaltaba por la remera blanca, que en un momento me vio y me hizo un saludo rockero y sonriente, extasiado. Estaba Alejo, por momentos tranquilo, por momentos en medio del pogo, en un momento fundiéndose en una lucha con Monga que terminó en abrazo después de unos violentos empujones permitidos aun sin haber sido acordados. Estaba ñ. muy adelante, muy quieto, por momentos la cabeza poseída, la raya al costado y el flequillo sacudiéndose como para deshacerse de todo, a veces la mano en alto, señal de gloria. Estaba Echo, parado, casi siempre brazos cruzados, asintiendo con la cabeza al ritmo de los sagrados golpes. Estaba el Viejo Killer sonriente, Chechu sacaba fotos en medio de la marea humana, Damián se sacudía, Beer Varon se subía sobre la gente. Estaba Monga (que a cada rato aparecía en un lugar distinto), adelante de todo a la izquierda. Me vio y -si interpreté bien- me hizo señas de que no lo podía creer, de que era demasiado bueno. Busqué la capucha de Juanito pero no la encontré. Busqué a Pablo pero sólo vi a su amigo Marcos. Busqué a Xim, siempre es un placer verla bailando, pero no la ubiqué. Pero estaban todos, más allá de la banda, más allá del tremendo recital, me causó un placer enorme ver a la gente en esa situación. Concentrados, violentos, satisfechos, hartos, sospechosamente tranquilos, felices, serios, divertidos, emocionados, enojados, conmovidos hasta acabar.