6.10.08

Una musiquita familiar

Ayer fui a lo de mis papás en busca de pizza casera y capuchino, cosas que sólo mamá hace tan ricas. En realidad, esa era la excusa para que me contaran cómo les había ido la noche anterior en su salida, puesto que les regalé entradas para el recital de José Feliciano en el Luna Park.

Las compré a último momento, el jueves. Y es que dudé por el precio, pero la verdad me pareció que valía la pena gatillar lo que fuera, dentro de mis posibilidades, para que pasaran esa velada, y más teniendo en cuenta que tengo mi entrada para Madonna (mis papás, en la lista de prioridades, están antes que ella).
Mi papá se preocupó por el gasto y no dudó en decirme entre risas: "es mucha plata, con una entrada para mí bastaba", dejando afuera a mi pobre progenitora. Pero era ella la que me había dicho hacía unos meses: "¡ay, me puse en el mp3 los boleros de José Feliciano hace meses y no los saqué más, es lo único que no cambio!". Y tanto amor mostraba por el guitarrista que me pareció adecuado que asistiera al concierto.

Después de mandarme varios mensajes de texto el sábado entre los dos -del tipo "buenísima la ubicación" y "Uhh ke monstro! Ke placer! Ahora café y a reventar la noche. Besos, cómo pagarte, muah!"-, recién ayer me entero de que nunca lo habían visto en vivo (yo creía que mi papá sí), y que mi mamá era seguidora de Feliciano desde chica. A los doce años tenía sus simples de vinilo, ella y su primo eran fanáticos y mi papá lo escuchó muchos años sin siquiera conocerle la cara, como le pasó con tantos ídolos en épocas sin internet. "Tiene la voz mejor que antes", coincidieron, y fueron más allá: Mi mamá estaba contenta por el repertorio; mi papá, malicioso, se ocupó durante la cena de imitar los gritos y gestos que hizo mi vieja en el recital; mi mamá me confesó que lloró en muchos momentos del show; mi papá se negó a admitir que él hizo lo mismo aunque sabemos que sí; mi mamá me contaba "¡hasta rock tocó!"; mi papá decía que de todos modos no le perdonaba que hizo un comentario diciendo que no hay libertad de expresión en Venezuela; mi mamá me chusmeaba que en el público estaba Serafín (el cantante ciego de Bailando por un sueño); mi papá que estaba Luis Salinas; mi mamá me decía que la gente casi no pidió el bis y que menos mal que alguien empezó a aplaudir porque Feliciano volvió e hizo varios temas más, con fraseos dedicados a Argentina incluidos, que evidentemente tenía preparados para esa parte del show...

A la 1.30 de la madrugada, cuando me acompañaron a la parada de colectivo y el 92 ya se veía a lo lejos, agradecieron de nuevo la noche que pasaron y yo les respondí que no, que gracias a ellos por haberla disfrutado. Al fin y al cabo, toda esa música que escucharon y escuchan también es responsable de lo que soy ahora: una mezcla de boleros y melancolía, un poco golpeada como los parches que toca mi papá, alegre en momentos como el fraseo de una buena rumba y cálida como el flamenco que escuché anoche, antes de entrevistar a Antonio Carmona y contarle que, a su show con Rosario, voy a ir con mi papá.

5 comentarios:

Shalena Mitcher dijo...

uauu
un aluvión de generosidad!!


yo me hubiera comprado la entrada para mí...soy lo peor! soy lo peor?
En orden de prioridades, primero yo, después..un par de basatntes cosas, y después, después, después, mis papás.

Anónimo dijo...

Que ternura me dan tus papás. Casi se me pianta un lagrimón con la historia. Las cuestiones familiares me ponen especialmente sensible.
Y a mi, como a tu papá, también me hubiera dado bronca lo que dijo de Venezuela.
Saludos

Cecilia Martínez Ruppel. dijo...

male: está bien, eso debe ser por los años de terapia. yo debería priorizarme más... igual con lo de mis papás me parece bien, pero con ooooooootras tantas no!
estoy en eso igual eh =o)

imagen: ahhh, qué ternura!
a mí también me hubiese dado bronca pero buen, que toque la guitarra y cante y ya...
saludos!

Belén dijo...

que divinos tus papas.

QUIERO PIZZA CASERA!

Julia dijo...

Qué bueno que pudieron ir!!